jueves, 27 de noviembre de 2008

Sin palabras

Y hablando de instrumentales, aquí va la lista de mis 10 canciones "sin palabras" preferidas:

En el número 10: Bow Down, The Housemartins (del disco The People Who Grinned Themselves to Death, 1987)

Ene el 9: Albatross, Fleetwood Mac (English Rose, 1969)

8: Make a Mistake with Me, Brad Paisley (Mud on The Tires, 2003)

7: Hide Away, The Jeff Healey Band (See The Light, 1988)

6: Muslitos de Pollo, Los Secretos (Continuará, 1987)

5: Tocatta in D minor, The Toy Dolls (Absurd-Ditties, 1993)



4: Going Home, Mark Knopfler (OST The Local Hero, 1983)


3: How High The Moon, Pata Negra (El Blues de la Frontera, 1987)


2: Samba Triste, Eliane Elias (Calle 54, 2001)



Y en el número 1: Jessica, The Allman Brothers Band (Brothers and Sisters, 1973)




miércoles, 19 de noviembre de 2008

Play it again, Brad!

El año 2000, durante la promoción de su disco Get Me Some, Jeff Healey hacía notar que, en la década de los 90, ningún tema con solo de guitarra había alcanzado el número uno en las listas. Efectivamente, la irrupción en 1991 del Nevermind de Nirvana echó de la cresta de la ola a los artistas que basaban su sonido en ese instrumento, siendo los grupos de heavy metal (como Poison o Mötley Crüe) y los guitar virtuosos (como Joe Satriani o Steve Vai) los más damnificados por el estallido grunge. 8 años han pasado desde las palabras del malogrado Healey, y 17 desde la aparición de Nevermind, y el panorama no ha cambiado demasiado. Excepto en contadas ocasiones (como el Supernatural de Santana), los discos guitarreros no han llegado a convertirse en los fenómenos de ventas que fueron antaño.

Por esa razón, que el músico country más de moda y más galardonado al otro lado del Atlántico, Brad Paisley, acabe de publicar el excelente Play: The Guitar Album es toda una sorpresa. Paisley ya solía incluir uno o dos instrumentales en cada uno de sus álbumes, además de estupendos solos y riffs en muchos de sus temas. Pero Play es toda una declaración de amor a su juguete preferido: 10 de los 16 temas que lo componen son instrumentales, y los restantes (con parte vocal) también están dedicados a la guitarra.

El álbum empieza con la espectacular Huckleberry Jam, un country-rock acelerado con tintes de bluegrass y rockabilly. Pero no sólo de country vive Brad. La surf music (en Turf's Up), el jazz (en Les Is More), el rythm'n'blues (en Kentucky Jelly) o el rock progresivo (en Cliffs of Rock City, que bien podía haber firmado el propio Satriani) también tienen cabida en esta increíble demostración de virtuosismo guitarrero. Y es que Brad Paisley hace cantar a la guitarra como pocos saben hacerlo, y cada tema es una gozada para los amantes de las seis cuerdas. Además, en el tema Cluster Puck se acompaña ni más ni menos que de siete guitarristas (James Burton, Vince Gill, Albert Lee, John Jorgenson, Brent Mason, Redd Volkaert y Steve Wariner). Y para los no tan puristas, algunas colaboraciones de lujo, como la de B.B. King en el tema de Louis Jordan Let The Good Times Roll o la de Keith Urban en Start a Band, acaban de hacer accesible este Play: The Guitar Album.

En definitiva, un disco tan anacrónico como imprescindible, que devuelve a la guitarra al Olimpo de los Dioses. Un aplauso para Brad, pues.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Mi primera vez

El 2008 languidece a toda prisa, y no quería que expirara sin celebrar el 25 aniversario de una efeméride que fue muy importante para mí. Era julio de 1983. Yo contaba con 11 añitos, y disfrutaba como un loco con las dos cintas del Rock&Ríos, el doble disco en directo de Miguel Ríos, que no dejaba de poner en mi reproductor de cassette. Como es lógico, en mi (corta) vida nunca había asistido a un concierto de rock. Y de pronto, Tarragona se vio invadida por carteles anunciando el paso por la ciudad de la gira más espectacular de la historia de España hasta la fecha: El rock de una noche de verano. De teloneros, unos clásicos: Leño, y una joven promesa que recién empezaba: Luz Casal. Lugar: la Plaza de Toros. Precio: 800 pesetas (si no recuerdo mal). ¡Y con iluminación láser!

Con mi escasa edad, se me hacía impensable poder asistir a tan magno evento. Pero cuando mis tíos me dijeron que iban a ir y me propusieron que fuera con ellos, se me abrió el cielo. Tras un cuarto de siglo, aun recuerdo decenas de detalles de lo que fue aquella noche para mí: la camiseta que llevaba puesta (una azul con la "S" de Superman); la zona aproximada donde estábamos sentados (bajar a la arena, con tanto peludo suelto, era impensable); las baratijas que vendían los vendedores entre las gradas (unos collares de plástico rellenos de un líquido fluorescente); la "iluminación láser" (unos finos rayos verdes que surgían en contadísimas ocasiones de la parte superior del escenario); los vasos de refrescos (con el logotipo de la gira y el del patrocinador, KAS Limón); mi impaciencia mientras sonaban los teloneros; y, sobretodo, el subidón al aparecer Miguel Ríos y su increíble banda.

Los temas que más me gustaban del Rock&Ríos se sucedieron (Bienvenidos, Santa Lucía, Los viejos rockeros nunca mueren, Banzai...), intercalados con otros más nuevos, del disco que daba título a la gira (No estás sola, El rock de una noche de verano...). Completamente alucinado, no dejé de saborear ninguna de las canciones del cantante granadino y los suyos. Al principio no despegaba mi culo del asiento, pero al rato, y venciendo mi timidez infantil, no pude evitar levantarme y saltar al ritmo de la música que tronaba por la Plaza de Toros. La experiencia terminó con el Himno a la Alegría, acompanañado de fuegos artificiales que iluminaron la noche tarraconense y mis ojos que se salían de sus órbitas.

Llegué a casa casi en trance, y creo recordar que cuando mis padres me preguntaron qué tal había ido, sólo era capaz de repetir ¡Muy bien, muy bien, muy bien!. Me costó lo mío dormirme, y cuando finalmente lo hice, el Himno a la Alegría aun resonaba en mis oídos. ¡Qué noche la de aquel año!.

martes, 4 de noviembre de 2008

Volando bajo

Hace unos días terminé la primera temporada de The Flight of the Conchords, la serie de la HBO que encarecidamente me recomendó mi primo, y de la que ya habló en un post de su blog Videa Bien. Como el post en cuestión ya es suficientemente elaborado y descriptivo, sólo comentaré algunas cosillas sobre la serie.

Flight of the Conchords es un grupo neozelandés formado por Bret y Jemaine, los 2 músicos más sosos de la Tierra. Tienen el manager más lamentable que uno pueda imaginar (Murray). Su club de fans está formado por una única miembro (Mel). Se mudaron a Nueva York para convertirse en estrellas del rock. Y sus intentos de triunfar en el mundo de la música se cuentan por fracasos. La serie es muy freaky (¿Más que The IT Crowd? ¡Sí!. ¿Más que The Big Bang Theory? ¡Sí!), con un humor muy particular, rozando el absurdo. ¿Un ejemplo? Transcribo aquí un extracto de un diálogo del capítulo 4:

Murray: Bien, amigos, es hora de la gira de edificios interesantes. Esta semana son las pérgolas.

Jemaine: Debería llamarse la "gira de edificios aburridos".

Murray: ¿Por qué?

Jemaine: Por que es aburrido.

Murray: No es aburrido. Se habla mucho de ello. Todos hablan de estas giras.

Jemaine: ¿Quién habla de ello?

Murray: Bret, tú hablabas de ello la semana pasada.

Bret: Decía que era aburrido.

Murray: ¿Ah, sí? Bueno, da igual, hablabas de ello.


Más que volar, los Conchords se arrastran por la Gran Manzana, mostrando una simpleza desesperante y encadenando calamidad tras calamidad. Y he de decir que los actores que interpretan al grupo neozelandés y al manager son tan increíblemente buenos que cada capítulo deja, junto con una buena dosis de carcajadas, un cierto poso de tristeza.

Sea como fuere, la serie es fantástica, con divertidísimos vídeos musicales intercalados a cargo de los Conchords, y con una originalidad que la aleja de cualquier otro producto conocido. 100% recomendable.