lunes, 29 de agosto de 2011

8Tracks, la versión moderna del "grábame una cinta"


Siguiendo con la búsqueda de la semana anterior, la de encontrar una nueva fuente de música, un sitio o sitios donde descubrir, a partir mis gustos musicales reales, una buena colección de temas y bandas con las que saciar mi avidez, me preguntaba porqué Spotify no explota convenientemente esta parte.

Lo encuentro impresionante como archivo musical instantáneo, y creo que su modelo de suscripción es una forma excelente de combatir la piratería. Pero, por alguna razón, no han implantado un sistema de búsqueda de las listas de reproducción de sus usuarios, ni han potenciado su sitio web con el objetivo de generar una comunidad centrada en lo que sus usuarios escuchan.

Su apuesta por Facebook me parece correcta para el twitteo y la recomendación puntual, pero yo no quiero taladrar a mis amigos contínuamente con lo maravilloso de los temas que escucho. Yo quiero encontrar listas de canciones, discos fantásticos, y me da igual si el que los escucha es mi hermano o una camarera sexy, guapísima y un poco punk, de un antro de moda de NY, a la que evidentemente no tengo en Facebook (sí, de acuerdo, miento. Gana la camarera, lo siento, brother).

El site que os recomendaba hace unos días, The Sixty One, es una fantástica idea con una implantación web que merece la pena disfrutar, con las fotos de los grupos a pantalla completa o el sistema de juego para incentivar el descubrimiento, pero para mi tiene dos problemillas: no se basa en recomendaciones (es decir, no usa mi historia de escuchas pasadas para descubrirme nuevos grupos) y es un pelín poco roquera (y jazzera) para mi gusto. A pesar de ello, en poco más de una semana, ya he descubierto unas cuantas gemas.



Buscando, buscando llegué a 8tracks, y esto sí que es un acierto. Básicamente se trata de un sitio que te permite subir tu mezcla de canciones. Sí, sí, la lista de reproducción de temas que tienes en tu iTunes o similares, de forma que los usuarios puedan conectarse y escucharla, igual que si les pasaras la cinta de temas variados de toda la vida.

Y aquí sí que hay un par o tres de cosas que me gustan, y mucho:

  • Todas las mezclas (que deben ser de un mínimo de 8 canciones y sin repetir más de 2 veces el mismo autor) están indexadas y puedes encontrar todas las que contienen temas de Thin Lizzy, por ejemplo.
  • Hay mezclas con temas de Thin Lizzy, y de Rory Gallagher, y de Reckless Kelly... es decir, hay un montón de temas, y variados. No es la típica selección de las porquerías más escuchadas del verano. Son listas reales, de usuarios reales, y se nota.
  • Es social: puedes comentar las listas, guardarlas como favoritas, suscribirte a las nuevas de los usuarios que más te gustan (tus DJs personales, a partir de entonces).
Me está permitiendo acceder a música nueva, a partir de la música que sé que me gusta. Busco un tema en concreto, mi punto de partida, y a partir de ahí, escucho sin saber qué vendrá, hacia donde nos llevará el autor de la lista de temas.

En este momento hay 303.222 listas de canciones. ¡Y subiendo la mía!

sábado, 20 de agosto de 2011

The Sixty One

Han pasado ya unos cuantos años desde el advenimiento de la web 2.o, estamos inmersos en una vorágine de redes sociales, y debo confesar que aún no sé con qué propósito usarlas. No sé si las necesito de verdad, pero es cierto también que me siento pequeño y sólo si no participo del fenómeno. Y ahí estoy, poniendo alguna gilipollez en Facebook de tanto en tanto, y dándome cuenta al hacerlo de que estoy condenado al fracaso, porque es imposible hablar en el mismo tono y a la vez con mis compañeros de juergas y con mi profesor de física de primero de carrera, cuyo rostro aparece en la misma lista que ellos.

Hace unos días he empezado a probar Google+, el cual me ha gustado bastante porque ataca precisamente este problema, y lo resuelve bastante bien con el sistema de Círculos: el poder seleccionar fácilmente a quién va dedicado tu mensaje, y controlar con efectividad la visibilidad de tus comentarios.

Pero en ninguna de las dos he encontrado algo que llevo años buscando: un buen site para descubrir música, un lugar diario al que acudir para encontrar alimento para mis oídos, gasolina para la radio del coche, álbumes fantásticos para mis auriculares.

Hoy he descubierto un sitio diferente, The Sixty One, y aunque aún es pronto para empezar a exagerar sus virtudes, la idea me ha fascinado.


Empezamos bien: inspirándose en la Ruta 61 para el nombre (sí, otra fantástica vía que podríamos incluir en el mítico viaje que haremos con Rafa algún día), tan sólo conectarnos a The Sixty One la música empezará a sonar, presentándonos temas de artistas por descubrir y de otros más que descubiertos, con los que podemos interaccionar con los controles habituales (love, comment, share, download).

Hasta aquí, nada nuevo. La gracia está en que, bajo la aparente sencillez de una radio online más, se esconde un sistema de reputación que permite, según la popularidad que alcancen las canciones que has respaldado, que vayas escalando niveles y mejorando en la comunidad, de forma que puedes llegar a convertirte finalmente en un reputado gurú de la recomendación (el sueño mojado de todos los freaks musicales).

En el fondo se trata de un juego. Es una aventura musical de descubrimiento, con interacción social, y donde el site te va guiando para ir evolucionando conforme vas escuchando y valorando la música.

Estoy en el proceso de encontrarle el tranquillo aún, pero de momento, divertido lo es un rato. Y, por cierto, técnicamente es una maravilla. La experiencia de usuario es importante.


El único problema es que, desgraciadamente, debo ser yo, pero por mucho que intento ser moderno, no lo consigo, no consigo dejarme atrapar por el indie, cualquier cosa que signifique la palabra de marras. Por mucho que intento escapar de mi rock de toda la vida, del que a veces necesito un respiro, no puedo encontrar aire fresco (aparte del jazz, pero eso ya son palabras mayores). Quizás lo que encuentro es aire demasiado fresco, demasiado lejos del punto en el que estoy, demasiado comercial o demasiado alternativo. En todo caso, sigo a la caza y captura.

Nos vemos en The Sixty One!

jueves, 11 de agosto de 2011

Pantera y Dimebag

Mi amigo “Big” Samuel es un peligro. Salir con él es una operación de riesgo que solo me atrevo a realizar en contadas ocasiones. “Big” Sam debe pesar la friolera de 150 kilos, que mueve con soltura y endiablada velocidad en cuanto cae la noche. Cae la noche, y caen los cubatas como gotas minúsculas, que se deslizan por el gaznate insondable de Sam mientras yo intento en vano seguir el ritmo con mis raquíticas birras, las que en vano intento retener en mis manos un ratito sin beber, para desacelerar un poco el ritmo.

Pero Big Sam no está para chiquitas, y ya vuelve a la carga con nuevos vasos, a la vez que impreca con voz de trueno: “Els collons me’ls acabareu, però la pasta no!” (“Los cojones me los acabaréis, pero el dinero no.”). Pete está a mi lado, y me mira con gesto de extrañeza. Es sueco y está de intercambio desde hace unos meses, y su escaso catalán no le ha permitido disfrutar de todos los sutiles matices de la sabia frase de Sam. Se la traduzco al inglés, y le aclaro que, evidentemente, Sam está más pelado que yo, y que tan solo se trata de una bravuconería que indica que empezamos a calentar motores en serio. Acabo de hacer el click, aquel momento de la noche en que ya no te importa si mañana te levantas temprano, si estarás cansado o con resaca, o cuanto dinero te gastarás.

Una sonrisa asoma a mis labios, y a pesar del discotequero y horrendo lugar en el que nos encontramos (Sam ha querido pasar por una sala de fiestas), tengo que reconocer que me lo estoy pasando genial.

Todo ha empezado después de cenar, cuando Sam ha entrado en modo reclutamiento con la excusa de ir a ver una banda de versiones de U2, que tocaban cerca de aquí. Muchos amigos han conseguido excusas razonables y ahora duermen felices, pero la verdad es que yo tenía ganas de salir. La oferta de Sam asegurando que iba a conducir él y que no bebería (“llevo tres días haciendo dieta, no voy a romperla ahora”) me ha acabado de convencer. Pete se apunta a un bombardeo, y el gran Bill Gates, otro personaje curioso de orografía facial difícil, ha acabado de redondear un cuarteto que promete. Como no usemos a Pete como avanzadilla para ligar, lo tenemos claro.

En el coche yo me encargo de la música, como siempre que vamos con Sam. En una ocasión así es necesario algo de alto voltaje. Abro el Spotify y enchufo “Walk” a todo volumen. En cuanto suenan las primeras notas, me acuerdo con pesar del gran Dimebag Darrell, y le explico a Sam su historia y la de Pantera, mientras Pete asiente complacido y Bill abre una lata de Voll Damm, que está a temperatura ambiente.



Le explico como nos volaron la cabeza a todos en los noventa, como revolucionaron el metal, como sus canciones se convirtieron en himnos y bandas sonoras de nuestras juergas, alegrías, peleas y desgracias. Le cuento que me sentía roto como ellos cuando escuchaba “I’m Broken”, que le susurraba “Cementery Gates” al oído de mi chica, en el asiento de atrás de aquel coche que era nuestra noche, y que “Cowboys from Hell” me sigue pareciendo tan grande como el primer día que la escuché. Y le cuento como le mataron, le cuento con rabia como entró un trastornado en un concierto de Damageplan y le voló la cabeza, maldita ley que permite que todo el mundo tenga armas, dejándonos a todos sin uno de los guitarristas más grandes que ha parido madre.




Dimebag Darrel, descansa en paz. Somos muchos los que te recordamos, somos muchos los que aún disfrutamos con tu música, somos muchos los que explicamos tu historia a nuestros amigos.