domingo, 28 de octubre de 2012

Pájaros en vías de extinción

Las intenciones quedan claras en el diseño de portada: la silueta de un pájaro, libre tras romper las rejas de la jaula. ¿Os trae algún título de canción a la cabeza? Efectivamente, en su nuevo álbum, Lynyrd Skynyrd pretenden traer de vuelta el espíritu de Free Bird. No lo consiguen, claro, aunque lo intentan con temas también de ornitológicas referencias como Ready to Fly. Pero como era de esperar, Last of a Dyin' Breed (2012) se parece más a God & Guns (2010) que a Pronounced 'Lĕh-'nérd 'Skin-'nérd (1973). Los de la dulce Alabama, o lo que queda de ellos, aparcan el blues y los sonidos tradicionales de sus albores y se centran en un southern más guitarrero y contundente, con aires de rock clásico. Tampoco es mala cosa: a los Lynyrd no se les puede pedir que hagan otro Pronounced..., ni otro Second Helping (1974), ni otro Street Survivors (1977)... Los años pesan, y las bajas todavía más. Pero Last of a Dyin' Breed entretiene, explota y endurece un estilo sureño que ellos mismos parieron hace casi 40 años, y suena de maravilla gracias a la producción y a los pedazo de músicos que alimentan la formación del siglo XXI. Además, en los últimos tiempos no están saliendo tantos buenos álbumes de southern, así que no es cuestión de hacerles un feo a los padres de la criatura. No conseguirá los discos de platino de hace cuatro décadas, pero tampoco estamos en 1973, y la industria y los gustos musicales del pueblo han cambiado desde entonces (a peor, pensamos muchos). Y qué más da. De momento, a mí me está alegrando las orejas, así que espero que el título del álbum (otra referencia al pasado, por cierto, concretamente a aquel Endangered Species (1994)) no vaya a resultar premonitorio, y que éste no sea el último trabajo de esa rara avis que fue, y sigue siendo, Lynyrd Skynyrd.

lunes, 22 de octubre de 2012

Echando el oído atrás

Es tema recurrente en los blogs que visito la velocidad de vértigo a la que consumimos música en estos tiempos digitales. Nos hacemos con un disco, lo escuchamos cinco, diez, quince veces, y luego lo enterramos en el olvido de bits de nuestro disco duro. Por supuesto, eso nos hace ignorar al cabo de unas semanas álbumes que valdría la pena exprimir más, o no dar segundas oportunidades a otros a  los que no hemos hecho demasiado caso, y que quizás en otro momento nos hubieran volado la cabeza.

Para paliar, aunque sea levemente, tamañas injusticias, desde hace unas semanas estoy haciendo el siguiente experimento: en iTunes he creado una smart playlist (supongo que en la versión en español se llama lista de reproducción inteligente) que incorpora los discos añadidos hace más de 85 meses y menos de 86 (cuando instalé iTunes). Como tengo activada la opción Live Update, la lista se actualiza automáticamente a diario con los mp3 que cargué en esa ventana de tiempo, hace más de siete años.


Tengo configurado que el iPod incluya, además de los discos que estoy escuchando regularmente y las últimas adquisiciones, esa lista de "oldies". De esta manera estoy redescubriendo fantásticos álbumes que tenía prácticamente olvidados: el increíble directo One Way Out (2004) de The Allman Brothers Band, el curioso Vienen tiempos (2004), último trabajo en estudio de los madrileños Vacazul, o los dos LPs de Cry of Love, que incorporé a mi discoteca digital por aquel entonces y no había vuelto a recuperar.

Mi consumo de música seguirá siendo frenético, me temo, pero intento ignorar más las novedades que surgen en tropel día sí día también, y reencontrarme con viejos discos para saborearlos como merecen o, como mínimo, para darles un par de escuchas más antes de olvidarlos definitivamente. De momento, la experiencia está siendo satisfactoria y, en ocasiones, sorprendente.

martes, 9 de octubre de 2012

Hurgando en la basura

Alentado por las buenas críticas que he ido viendo en los blogs (como la de The last DJ's refugee), hace unos días me hice con Los trapos sucios, la autobiografía de Mötley Crüe. Como no podía ser de otra manera, y supongo que esto no dice gran cosa de mí, lo estoy pasando en grande con las barbaridades y depravaciones de la banda californiana. Hete aquí un ejemplo, narrado por Nikki Sixx:

Saqué la hoja, extendí el brazo en el que llevaba un brazalete y hundí la navaja directamente sobre mi codo, deslizándola hacia abajo unos diez centímetros y cortando en algunos sitios tan profundamente que se podía ver el hueso (...). A continuación llamé a la policía y dije que mi madre me había agredido.

Y aquí otro momento álgido, a cargo de Tommy Lee hablando de su primera novia:

De repente ella rugió como un puma enloquecido y su coño explotó en mi boca. El agua salía a chorros. Se estaba corriendo como un depósito agujereado; era lo más alucinante que había visto en mi vida. En aquel momento pensé: "Oh, Dios mío, estoy enamorado de esta chica. ¡Ésta es la mujer de mi vida!

Semejantes lindezas se suceden página sí página también, dejando al descubierto las historias más excesivas del grupo, que se agarraron al sex, drugs and rock'n'roll como si no hubiera un mañana. Y cuesta creer que lo hubo, y que ninguno de ellos terminara en un depósito de cadáveres con una jeringuilla colgando del brazo.

Todavía voy por la página 100, pero si el libro mantiene el nivel, tengo diversión asegurada durante casi 400 páginas más. Como bien dice Nick Hornby en la contraportada, "si hay historias peores que ésta en el rock and roll, no merece la pena contarlas".

viernes, 5 de octubre de 2012

Un viaje oportuno

Aprovechando el permiso de paternidad y las vacaciones maternas, la semana pasada subimos a la baby a su primer avión (nosotros la acompañábamos: los padres novatos sufrimos, pero no tanto como para facturarla sola y sin billete de vuelta). Destino: Oporto, Portugal. Evidentemente, el viaje ha sido tranquilo, a ritmo de un bebé de cuatro meses, levantándonos tarde, acostándonos pronto, y durmiendo intermitentemente durante la noche, como es de rigor. Pero la ciudad nos ha gustado mucho: edificios señoriales con su toque decadente, iglesias vestidas en cerámica azul y blanca, tranvías del siglo pasado escalando las calles, la ribera del Duero, las bodegas de vinho verde y vinho branco al otro lado.. Y un bacalao impresionante, del cual dimos buena cuenta hasta en tres ocasiones.

Eso sí, nos faltó ir a un concierto de fado, y eso que hubieron algunos durante el fin de semana. Pero como he dicho, retirábamos pronto, tampoco era cuestión de hacer trasnochar a la cuatrimesina, ni de arriesgarnos a interrumpir a la cantante de turno con el llanto de un bebé reclamando su ración de leche (no recomendable para oídos sensibles, os lo aseguro).



Pero en definitiva, muy buena la experiencia, tanto por el destino por cómo ha respondido la heredera del Imperio. Un viaje muy oportuno, pues (y gracias, Nelson, por el juego palabro).